Ciclo A Reflexión 20º TO

20 de agosto 2017

Hermanos

"¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! (Mt 15,22) Que grito más desgarrador y a la vez lleno de confianza. La protagonista una mujer, cananea, que ha reconocido a Jesús como su Señor y Señor de Israel, pueblo “enemigo” que no ha terminado por impedir que ella como madre interceda por la vida de su hija. Es un ejemplo de determinación de buscar el bien, ese que la hija no tenía ya que estaba atormentada por demonio.

La respuesta de Jesús puede ser violenta, la desoye, no le presta atención, obligando que sus propios discípulos intercedan para que le dé un poco de atención. Su actitud no es la más amable, insiste en cuál es su misión, las ovejas perdidas de Israel, ante lo que con sorpresa nos volvemos a encontrar con el corazón de una madre que insiste, no para conseguir algo para ella, sino para su hija, con el ardor de la necesidad vuelve "¡Señor, socórreme!" (Mt 15,25), no es otra expresión que la elocuencia de un corazón creyente y confiado que será atendido.

La escena se resuelve con un elogio de parte de Jesús  “"Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!" Y en ese momento su hija quedó curada.” (Mt 15,28) La conversión no es sólo lo que vive el hombre de pies de barro, sino también el Señor en el modo de dejarse importunar. Nadie que manifieste fe en él se quedará sin ser acogido en su plegaria.

La mujer cananea ha experimentado la piedad y la misericordia que imploraba, ella ahora es signo de nuestro propio clamor, en el caminar de nuestra propia historia padecemos de la influencia del demonio, se deja sentir cuando trae la división, cuando fomenta el individualismo o nos inclina a olvidarnos de Dios y de los hermanos, cuando no cuidamos la vida y atentamos contra ella. Estos son presencias del demonio que quiere actuar hay como en el pasado. El grito confiado de la cananea, es una invitación a que también hoy nosotros clamemos y regresemos a Jesús.

El Señor no quiere la muerte de los que ha creado, sino que vivamos, vivamos sanos y animados por él, levantemos entonces confiados nuestra voz, somos cachorros en manos de quien nos ama inmensamente.

Que el Señor les cuide y bendiga.

+ Moisés C. Atisha Contreras

Obispo de San Marcos de Arica